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Argentina, Cristina Fernandez arrasó en elecciones con 54%

Publicado: octubre 24, 2011
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60Segundos -24 Oct 2011 Cristina Fernadez de Kichner se reelige con amplio margen by radionautas

BUENOS AIRES (AP) – La mandataria argentina Cristina Kirchner logró el domingo su reelección hasta 2015 con un aplastante 53.7% de votos, escrutadas 96.7% de urnas, el triunfo más amplio desde el retorno democrático en 1983, que dedicó a su difunto marido, el expresidente Néstor Kirchner.

La rotunda victoria le permite a Kirchner (58 años), una abogada peronista de centroizquierda, retener el quórum del Senado y recuperar el de Diputados, perdido en las legislativas de 2009.

«Convoco a la unidad, profundizando un proyecto que ayude a mejorar la vida de los 40 millones de argentinos», dijo antes de cantar y bailar en una tribuna delante de la Casa Rosada (gobierno), ante una multitud en la Plaza de Mayo.

Mientras decenas de miles de partidarios agitaban banderas y batían bombos en la plaza, la Presidenta agradeció «a alguien que es el gran fundador de la victoria de esta noche», en alusión a su compañero en la política y la vida, a casi un año de su muerte.

El socialista Hermes Binner, con el 17.0%, ocupó un lejano segundo lugar detrás de la primera mujer reelecta en la historia del país, que sumó el mayor caudal de sufragios desde la restauración democrática, superior al 51% del radical socialdemócrata Raúl Alfonsín en 1983.

La ley argentina consagra presidente a quien reúna más del 45% de los votos o bien más del 40% pero con una diferencia de diez puntos sobre el segundo.

La afluencia de votantes fue de 77% sobre casi 29 millones de empadronados, según la Junta Electoral. La Junta completará el escrutinio de un 3% de urnas la mañana del lunes.

La Presidenta cuenta con el respaldo peronista tradicional de sectores populares y de trabajadores, potenciados con jóvenes que votaron por primera vez y una clase media que disfruta de una economía próspera.

Detrás de Binner se ubicó el hijo del presidente de la transición, el diputado radical Ricardo Alfonsín (11.1%), y cuarto fue el peronista disidente Alberto Rodríguez Saá (7.9%).

Binner, gobernador de la provincia de Santa Fe, admitió la derrota ante sus partidarios, pero advirtió que su Frente Amplio Progresista (FAP, socialdemócratas) «es ahora la segunda fuerza política de Argentina».

Uno de los pilares de la victoria fue el apoyo de los beneficiarios de planes sociales que incluyen una subvención a cuatro millones de niños de familias pobres, así como tarifas de transporte subsidiadas.

La mandataria tomó en solitario el timón del poder y del peronismo a partir del 27 de octubre de 2010, cuando murió su esposo, con quien cogobernaba de hecho.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) el país salió del pozo tras el descalabro económico y social de finales del siglo XX, y se arregló la deuda que estaba en el más grande ‘default’ de la historia.

La popularidad de Kirchner está sustentada, según analistas, en una economía que crece al 8% anual desde 2003, en el consumo y en las exportaciones agrícolas récord que representan fabulosos ingresos en divisas.

Otra política de los Kirchner fue impulsar los juicios por crímenes en la dictadura (1976-1983) con 244 militares y policías condenados y otros 800 que esperan sentencia.

«La razón de la victoria es simple: al 60% de los argentinos les va bien y al 40% restante, que le va mal, la mitad son peronistas», dijo a la AFP el sociólogo Jorge Giacobbe, director de la consultora homónima y ex asesor de Transparencia Internacional.

Durante su campaña, Kirchner hizo hincapié en la reducción de la pobreza, que ronda el 8,3% (2 millones de personas en las 31 principales ciudades del país).

Kirchner ya había arrasado con el 50,7% de los votos en las primarias obligatorias del 14 de agosto.

Una mujer fuerte

Siguiendo con el exitoso mandato presidencial de su marido Néstor Kirchner, Fernández saltó de una crisis a otra. Los poderosos intereses del sector agrícola se confabularon contra un aumento tributario. Analistas financieros predijeron un inminente colapso económico en el país. La mayoría de la gente encuestada desaprobó su liderazgo y cables secretos de Estados Unidos hicieron eco a especulaciones sobre que no concluiría su mandato.

Luego Kirchner, su compañero de casi toda la vida, murió de un ataque al corazón el 27 de octubre.

Un alud de simpatía convirtió el funeral en una catarsis nacional y Fernández cambió su tono.

Superó una retórica de «todo o nada» que ella y su esposo habían blandido ante sus enemigos y se presentó a sí misma como la presidenta de todos los argentinos.

Antes, ella señalaba a sus enemigos con los dedos índice extendidos y hacía señas como presionando botones al aire.

Después de la muerte de su esposo, su rostro se suavizó con la pena. Bajó su acostumbrado sarcasmo y le pidió a sus aliados mostrar moderación.

Mientras, Fernández demostró a quienes dudaban que podía gobernar sin la ayuda de su marido.

Su enemigos esperaban y sus aliados temían que la viuda se derrumbara sin el apoyo constante de Kirchner. Pero la realidad fue que la economía siguió creciendo y Fernández introdujo más programas sociales que ayudaron a reducir la pobreza. Los índices de aprobación se dispararon al 70% este mes.

Al final, capturó más votos que los siete rivales restantes en conjunto, lo que la hace la primera presidenta latinoamericana en ser reelegida. Fernández, de 58 años, ganó con casi el 54% en el margen de victoria logrado dos veces por su héroe populista, presidente Juan Domingo Perón.

Puede conseguir suficientes votos en el Congreso para recuperar el control que perdió en 2009 cuando los principales medios de comunicación se alinearon contra ella.

«No pensamos nunca en retroceder ni en negociar ni en hacer un gobierno débil…Yo me planté y bueno, dije, si me echan, que sea por lo que pienso y hago y no por lo que no me animo a hacer», le dijo Fernández a Sandra Russo, cuya biografía autorizada, «La Presidenta», salió durante la campaña de reelección.

Como casi nunca responde preguntas de reporteros, el libro se ha vuelto uno de los documentos disponibles más relevantes sobre su manera de pensar.

Abogada de profesión

Peronista de nacimiento y nacionalista de corazón, Fernández creció entre una dictadura de 1966-1973 a otro 1976-1983. Mientras cursaba la carrera de abogacía en los años 70, militó en la juventud peronista, fuerza que estaba proscrita desde 1955 cuando un golpe militar derrocó a Juan Perón. A principios de esa década la policía mató a su tío paterno porque lo confundieron con un guerrillero.

Se casó con Kirchner, compañero de activismo en la Juventud Peronista, en 1975, luego de la muerte de Perón, quien había regresado del exilio dos años antes y fue electo presidente por tercera ocasión. El que fue héroe para la derecha y la izquierda, Perón permitió secretamente la persecución de sus jóvenes simpatizantes izquierdistas por policías vestidos de civil, una campaña que se salió fuera de control oficial tras su muerte en julio de 1974.

Una dictadura mucho más letal tomó el poder en marzo de 1976 y un amigo que se refugió en la casa de los Kirchner en aquel entonces figura en la nómina de desaparecidos. La violenta represión de disidentes llevó a la joven pareja a marcharse a la Patagonia, tierra natal de Kirchner, donde montaron un estudio de abogados mientras secretamente diseñaban su futuro político.

«Todo lo que yo me acuerdo de política, desde chica, tiene que ver con la violencia», le dijo a su biógrafa.

Los discursos han sido el arma elegida por Fernández, formada como abogada, jefa de campaña de su marido en la década de 1980, diputada y luego senadora. Sarcástica con los amigos, fulminante con sus enemigos, a veces estridente, siempre apasionada, pareció entusiasmarse con cada oportunidad de congregar a partidarios para confrontar.

«Lo que molesta de Cristina no es que sea una mujer, sino que sea la mujer que es. Excesiva. De muchas cosas tiene demasiado», escribió la periodista Russo.

Una biógrafa no oficial, Silvina Walger, se suma a los sentimientos críticos, llamándola «una mujer extremadamente autoritaria, amarga, arbitraria».

A pesar de dichas impresiones, muchos argentinos ahora consideran a Fernández la política más capaz de mantener el país en la vía del crecimiento, uno de los más vigorosos del mundo. Muchos recuerdan bien el devastador colapso del 2001 y le dan crédito a los Kirchner de haberlos sacado de ahí.

Mientras algunos economistas advierten que la alta inflación y el gasto público son insostenibles, Fernández ha invertido fuertemente en reconstruir la capacidad industrial destruida por la ola privatizadora y los excesos de la deuda externa de los 1990 y el resultante impago posterior. También acordó con petroleras multinacionales y compañías mineras para crear nuevas fuentes de ingresos y energía.

Conforme se acercaba el día de las elecciones, Fernández astutamente usó mucho de esa nueva riqueza y otras herramientas para consolidar su respaldo.

Encantó a los argentinos de bajos ingresos con programas sociales anti pobreza, incluyendo un popular esfuerzo de $3,000 millones que transfiere efectivo a familias sin trabajo con niños. En vez de trabajar con sus rivales izquierdistas en el Congreso, reivindicó la idea de los subisidios como propia y decretó su creación.

También complació a muchos de los entusiastas del deporte gastando millones para proporcionar «fútbol para todos» en la televisión estatal, arrancándole un gran flujo de ganancias a la franquicia de cable del Grupo Clarín, el conglomerado de medios que ha sido uno de sus más férreos opositores.

Se valió de su base izquierdista para avalar juicios de derechos humanos contra cientos de los oficiales de la era de la dictadura y legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo.

Kirchner estaba a su lado durante casi todas sus batallas. Ellos debatían constantemente la estrategia y confabulaban su próxima movida. Tuvieron dos hijos: Máximo, quien administra el negocio de bienes raíces de la familia, y Florencia, quien dejó la escuela de cine en Nueva York para apoyar a su madre este año.

«Desde que lo conocí hasta que se murió, Néstor me hizo reír», le confesó Fernández a Russo.

Cuando él murió, Fernández y sus adversarios se sorprendieron por la masiva movilización de simpatizantes en los funerales del ex presidente. Mientras pasaban frente al féretro, todos exclamaban la misma frase: «Fuerza Cristina».

Para un país que sigue cautivado por Perón y su esposa Evita, quien murió de cáncer el año antes de que Fernández naciera, los ecos históricos son imposibles de ignorar.

En cuestión de días, los índices de Fernández cambiaron de negativo a positivo.

Los expertos argentinos especulaban con que Kirchner planeaba volver a recibir la banda presidencial de su esposa en este año de elecciones. Ahora, depende de Fernández mantener vivo el proyecto de la pareja.

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