La generación de los 5 mil pesos
No importan sus estudios, tampoco la escuela de procedencia, ni el nivel económico de sus familias, no cuenta si hablan idiomas, tienen licenciatura o sólo la preparatoria, no se considera si sus expectativas laborales eran altas, simplemente están condenados a seguir viviendo con sus padres, pues la nómina a la que pertenecen les niega acceso a ahorrar, tener casa propia, coche, vacaciones o independencia al cien por ciento.
Son la generación de los 5 mil pesos y para algunos son privilegiados, pero ellos cuentan que ese monto mensual los mantiene viviendo al día.
No son pocos, pues de los 14 millones de menores de 29 años que trabajan en México el 49.1% de los hombres y 59% de las mujeres ganan entre 1 y 3 salarios mínimos. La mayoría de los que se acercan a los 3 salarios mínimos (alrededor de 5 mil 400 pesos) son jóvenes con estudios de licenciatura, pero que ganan lo mismo o mil pesos más que el personal de intendencia de las empresas donde trabajan.
Una cifra que los obliga a buscar otras alternativas para salir adelante. Es el caso de Noemi Valencia, de 25 años; Cynthia Téllez, de 22 y Alejandro Guerra, de 23, tres jóvenes que cuentan en qué destinan su salario y qué harán con los aguinaldos que han esperado a lo largo de todo el año.
Noemi es recepcionista de un laboratorio y mamá soltera, trabaja con todas las prestaciones de ley, mientras cumple con su labor de 9 a 6 de la tarde , Nicole, su bebé, se queda en una guardería del IMSS. Con su sueldo compra la comida, además de ropa y calzado.
Le alcanza para los pasajes y para sacar de paseo a su hija los fines de semana, no más. Le ayuda vivir con su papá y que no paga renta ni servicios, todo el dinero lo destina a su hija.
No podría comprar un automóvil ni independizarse con lo que gana. Coopera para pagar la línea telefónica y nada más, de las vacaciones, las fiestas de la niña y los regalos de Navidad y Reyes Magos se encargan los abuelos.
Este año el gasto de los juguetes de Nicole rebasa los 5 mil pesos y Noemi ha ido abonando semana tras semana a una tienda departamental para completar el dinero. Además no recibirá aguinaldo, pues entró a trabajar en noviembre, tras 5 meses de desempleo.
Noemi tiene estudios de preparatoria y cuenta que conseguir empleo no fue nada sencillo.
Cynthia es dos años más chica que Noemí gana un poco más y tiene estudios de licenciatura en relaciones comerciales. Trabaja sin prestaciones de ley, como el 56.7% de los trabajadores jóvenes mexicanos. Cuenta que a pesar de que es la encargada de su departamento y que la han subido de puesto tres veces, su sueldo sólo ha mejorado mil pesos en un año.
Por lo pronto quisiera ganar más dinero que tener un contrato y las prestaciones no le importan tanto. “Lo que quiero es más dinero, no me interesa tener Seguro Social o Infonavit, no es algo que vaya a ocupar en este momento y prefiero tener más dinero a que me descuenten por algo que no voy a ocupar en años”, dice.
A pesar de trabajar por honorarios, recibirá un bono de alrededor de 5 mil pesos, con lo que piensa poner un negocio de hamburguesas al carbón con una socia en el garage de su casa.
“Siempre he querido poner un negocio y le tengo fe a la comida, lo atenderemos de jueves a domingo por las noches, salgo a las 5 de la tarde de trabajar y me dará tiempo, espero que funcione bien y recibir una nueva entrada de dinero de ahí”, dice.
Vive con sus padres y no aporta para ningún servicio ni alimentación, de lo contrario quedaría muy limitada.
Su sueldo la parece injusto, sobre todo porque el personal de intendencia gana 4 mil pesos al mes y la recepcionista igual que ella, “no es envidia, pero yo estudie una carrera universitaria y creo que tengo muchas más responsabilidades que ellos”, dice.
Alejandro es administrador de empresas, pero su sueño profesional está debajo del océano. Quiere ser buzo profesional. Aspira ganar 30 mil pesos, pero mientras se cumple su anhelo, trabaja en una oficina por poco más de 5 mil y los guarda casi todos para pagar su certificación como buzo.
Puede guardarlos porque sus padres le ayudan con los gastos más básicos. Tiene 23 años y vive con ellos. Estudia en la UNAM y su sueldo actual es el más bajo que ha percibido en su vida.
“Fui mesero en Playa del Carmen y ahí trabajé con prestaciones de ley y con un sueldo base, con todo y propinas ganaba hasta 15 mil pesos mensuales, me parece increíble que ahora que ejerzo mi carrera universitaria gane menos de la mitad”.
Aún así, Noemí, Cynthia y Alejandro son privilegiados, pues el 60% de los jóvenes que cuenta con un empleo, gana menos de dos salarios mínimos, y aquellos con mayor escolaridad tienen menos posibilidades de encontrar un empleo, según el Consejo Nacional de Población (Conapo).
La situación se agrava más si son trabajadores adolescentes ya que, según la Conapo, se trata de 10.4 millones que en su mayoría no tienen un ingreso por sus labores, pues se emplean en negocios familiares, mientras que el resto gana menos de dos salarios mínimos.
Las condiciones empeoran si se trata de mujeres jóvenes, pues en todos los casos perciben menores ingresos que los hombres, y son mayoría en las actividades no remuneradas.
Para el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el número de jóvenes en México es crítico porque no participan activamente en el desarrollo y no reciben beneficios de manera equitativa. Además son pobres y viven exclusión desproporcionada.
El futuro de esta generación de los 5 mil pesos parece negro. Sin casa propia donde vivir, ni seguro social en caso de enfermedad y de no ser por sus padres difícilmente podrían tener acceso a ropa, teléfono celular y diversiones. Quizá por eso en la única institución que siguen creyendo es en la familia.
Temas: Conapo, El Universal, Fondo de Población de las Naciones Unidas, México, UNFPA
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