Fraude con compra de votos por parte del PRI
El tema del fraude surgió después de que el 31 de mayo se confirmara la buena marcha de la campaña de López Obrador, que compite de nueva cuenta después de perder en 2006 por un 0,56% de la votación. Ese día, una encuesta de Reforma le puso a solo 4 puntos del candidato priísta Enrique Peña Nieto. El discurso menos pendenciero por parte del candidato, que promueve una “república amorosa”, su buena actuación en el primer debate presidencial, el desplome de Josefina Vázquez Mota, la candidata del gubernamental PAN y el temor de algunos sectores al regreso del PRI a la presidencia de la República, señalaron como segundo lugar al abanderado de la izquierda, que una vez en esa posición advirtió a sus seguidores que tratarían de descalificarlo con anuncios negativos e incluso con un fraude cuya mecánica no ha explicado.
“Quieren de nuevo asustar con la guerra sucia [en 2006 una campaña lo calificó de «peligro para México»], pero ya no les va a funcionar. Al pueblo lo pueden engañar una vez, pero no lo van a engañar siempre. Porque miren, ya los conozco bien, cuando vean que tampoco les funcionó la guerra sucia, ¿a qué se van a ir? Al fraude», dijo el 5 de junio en un mitin en Michoacán.
El IFE contestó negando cualquier maquinación y la posibilidad de un fraude. Renuente a desmontarse de su teoría, el martes pasado López Obrador pidió a la autoridad electoral que impida que los votantes ingresen a las cabinas de votación con teléfono móvil. El candidato de la izquierda cree que los votantes “comprados” serán obligados a tomar una foto a su papeleta para demostrar que emitieron el voto tal y como les fue indicado. El candidato acusó además que a cargo de esa movilización de votantes “acarreados” estarán los gobernadores del Partido Revolucionario Institucional, que mandan en dos terceras partes de los Estados del país. El PRI rechazó la imputación y advirtió que lo que pretende López Obrador es construir el escenario de un conflicto poselectoral. «Solamente si él ganara la elección resultó limpia, si gana cualquier otro candidato la elección resultó sucia. Este mensaje de López Obrador implica muy malas noticias para México. Quiere decir que el señor candidato de las izquierdas está pensando en reventarnos otro conflicto electoral como el de hace seis años», dijo el miércoles Pedro Joaquín Coldwell, presidente del PRI.
“Esa coacción del voto es difícil de detectar y de probar, pero se sabe que se da, es evidente”, apunta Eduardo Huchim, exconsejero electoral en el Distrito Federal. “Si te inducen, si te compran, si te coaccionan… entonces es el fraude que calla su nombre”, agrega Huchim, quien destaca que las prácticas de clientelismo se han multiplicado desde 2007, principalmente en los Estados. “En el plano federal sí hay un avance importante, pero lo que pasa en los Estados es un pozo negro. Al ser los gobernadores quienes en los hechos concentran los tres poderes, es cuestionable la autonomía de los poderes legislativos y judiciales locales, el gobernador también tiene injerencia indebida en la organización de las elecciones, y opera la compra y coacción del voto en distintos grados, esta es una realidad”.
El discurso del fraude de López Obrador no cae en el vacío. Un 43% de la población mexicana cree que las elecciones serán “poco o nada limpias”, según reveló el lunes el encuestador Jorge Buendía. En ese mismo sondeo, que da a Peña Nieto una ventaja de 16 puntos porcentuales sobre el candidato de la izquierda, también son un 43% de los encuestados los que dicen que tienen poca o nada de confianza en el IFE.
Para Buendía, la desconfianza se alimenta mucho de las denuncias de los propios partidos en los procesos electorales locales, de la herencia de décadas de elecciones durante el priismo y del conflicto poselectoral tras el resultado en la presidencial de 2006, cuando Felipe Calderón superó a López Obrador por apenas 250.000 votos.
En cambio, para Mauricio Merino el retorno del fantasma del fraude es más sencillo de explicar: “No hay sistema electoral que resista la deslealtad de los partidos que compiten en una elección. Mientras los partidos jueguen con deslealtad contra las instituciones que ellos mismo hicieron no hay manera de darle confianza a un sistema electoral. Por eso me preocupa tanto que López Obrador insista en desconocer la calidad de las instituciones mexicanas. Es la desconfianza construida como estrategia política”.
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